Con la prolífica presencia de actores de la talla de Robert de Niro, Jodie Foster o Harvey Keitel. Esta película de culto de Martin Scorsese producida en los años 70’s y ambientada en New York, se consolidó como una de las más grandes obras maestras del séptimo arte al conseguir la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 1976, debido a su excepcional guion y producción.

Pero bien,

Concluida la guerra de vietnam, el perturbado veterano Travis Bickle (Robert de Niro), consigue un trabajo como conductor de un taxi por las noches debido a su problema de insomnio crónico. Mientras recorre las calles de New York anhela como en sopor el limpiar la basura que habita en las calles. Oportunamente conoce a Betsy (Cybill Shepherd), quien trabaja en la campaña presidencial del senador Charles Palentine y mediante la cual gradualmente adquiere la obsesiva idea de asesinar a dicho candidato. Posteriormente, decide redimir a una prostituta de 12 años llamada Iris (Jodie Foster), de su inevitable destino.

Betsy: “Él es un profeta, es un traficante, en parte verdad en parte ficción, una contradicción andante”.

Mientras se desarrolla la película, podríamos inferir que Travis sufre de una división interna entre su ser y la sociedad que lo empuja hacia la soledad y el rechazo en su intento de integrarse a ella, lo cual dentro de la cosmovisión nihilista se traduce en la dialéctica de la división entre lo apolíneo (que abarca aspectos como la estabilidad y el orden), y lo dionisiaco (que abarca aspectos como la inestabilidad y el caos), tal como sucede con la personalidad del protagonista a lo largo de la película. Este patrón tiene su correspondiente paralelismo con los dioses Vishnu y Shiva de la fe hindú y en la cultura popular a través de Batman y Joker.

A través de este prisma, se pueden encontrar manifestaciones claras de estas fuerzas en conflicto dentro del protagonista. Por un lado, la soledad de Travis, su deseo de limpieza y orden en las caóticas calles de Nueva York reflejan una búsqueda apolínea de armonía en un entorno urbano decadente. Travis aspira a un ideal de pureza y racionalidad, simbolizado en su intento de salvar a la joven prostituta, Iris. Este deseo de rescate redentivo es un esfuerzo por restaurar el orden en un mundo que percibe como irremediablemente corrupto.

Por otro lado, la violencia explosiva, la irracionalidad de Travis, su descenso hacia el vigilantismo, su alienación emocional y social representan el aspecto dionisiaco. Su incapacidad para conectarse con los demás sumada a su frustración acumulada lo llevan a un éxtasis de violencia, un acto de liberación caótica que contrasta profundamente con su deseo de orden apolíneo.

Por su parte, el quid de la película para plasmar esta dualidad se encuentra en el brillante diálogo de Paul Schrader, que a través de la forma narrativa con la que se detallan los hechos conjuntamente a los planos y encuadres que ayudan a reforzar la historia; además de engancharnos dentro de la trama, genera un vínculo entre el espectador y la soledad del protagonista, ya que mediante una voz en off nos permite entrever la subjetividad de este «héroe posmoderno»; debido al fuerte desencanto y apatía que demuestra mediante su subjetividad que soslaya a la realidad. Nos permite adentrarnos en su psique, revelando la tensión constante entre su deseo de una vida tanto ordenada como estructurada y sus impulsos destructivos como caóticos.

Los momentos de quietud y belleza en la película, a menudo asociados con la música de Bernard Herrmann, pueden verse como manifestaciones de lo apolíneo, mientras que los estallidos de violencia y las representaciones de la ciudad nocturna reflejan lo dionisiaco.

Esta tragedia moderna nos remonta hacia una historia alternativa y fáctica sobre el suceder de las cosas, en la cual se dilucida los extremos a los que puede llegar la psique humana, la influencia de las circunstancias sobre los individuos y la burbuja subjetiva en la que las personas pueden sumirse (hecho que fácilmente se puede extrapolar a la actualidad cibernética de las redes sociales). Sin duda, todo cinéfilo debería añadir esta obra dentro de la lista de películas que ver a lo largo de su vida.

Con el lobo estepario de Herman Hesse puedes entender esta teorización con una lectura nada abrumadora ni pesada. La conceptualización de Nietzche esta plasmada en su libro: “El nacimiento de la tragedia” que tiene una enorme influencia del pensamiento Schopenhauer, una reinterpretación y recontextualización del marco teórico de EL mundo como voluntad y representación, donde se señala que nuestra experiencia de la realidad está moldeada y moldeada por nuestros modos de percepción y pensamiento.