«La Insoportable Levedad del Ser» irrumpe el modelo de las verdades irrefutables para extrapolar las preguntas al plano de las preguntas existenciales mas simples que pueden ser formuladas por un niño y que no tienen respuesta alguna pero que al mismo tiempo se convierten en una ineludible cuestión en cuanto a la existencialidad misma.
La levedad y el peso, dos polaridades que definen la razón misma de la felicidad traducida a través de los placeres simples y el éxtasis en la vida que conduce hacia un camino sin destino pero que gira en círculos sobre el mismo eje. El peso aquello que aflige al ser hasta el punto de transgredirse al mismo punto de la levedad misma: La ceguera ante la propia vida.
El alma y el cuerpo, una entidad única que esta partida como una gota de agua sobre el haz de una hoja. La única diferencia radica en que una se encarna dentro de la otra. Es así como esta unión indivisible crea un perfecto proceso simbiótico para formar una representación en el mundo de los objetos, los sentimientos y los deseos.
Muchas de las relaciones forjadas entre las personas que no son mas que el reflejo de las posibilidades proyectadas de Kundera, no son mas que las relaciones de fuerza que solo afloran ante el hartazgo, la nausea misma de la repetición incesante, la desconfianza y sobre la inestabilidad entre los lazos de unión que conduce ineludiblemente a la maduración, conseguida a través de la autopercepción del cansancio del alma. Su es muss sein, es lo único que ata todas las relaciones, hasta que aquel vano propósito que solo convierte a las personas en máquinas de producir, en autómatas para la subsistencia de su propio propósito de vida se disuelve en la complementariedad con el otro amado. Así los propósitos pasan a un plano comunal, en el que la repetición no es ley; debido a que las barreras mentales fueron abolidas. La idea sobre la cual fue fundado aquel amor persistirá, ya que los amores son como los imperios.
Este tratado presentado en forma de novela narra la forma básica de las fuerzas del amor. En donde establece en dos polos opuestos a la relación que se da entre amantes sexuales y amantes emocionales (Que a diferencia de los primeros si guardan la característica principal de ellos). Dentro de la primera clase de amantes se intenta poseer y privar al otro de ciertas cosas dentro de una esfera reducida en la cual solo emergen los deseos sentimentales, mientras que los amantes emocionales al poseer objetivos que son puestos en común, puesto que viven su amor como una extensión de su vida social y no como un subterfugio de la vida, logran fusionar la fuerza divina del amor en un propósito compartido, estancia desde la cual observan el pasar de la vida.
Hay que hacer un énfasis especial, en que sobre todo este proceso amoroso incide la semblanza de cada uno de los actores. Todas las ideas preconcebidas anteriormente dentro de la psique individual. Por eso para algunos que no pueden resolverse así mismos dentro del margen de sus propias limitaciones, no consiguen el idilio de la entrega desvestida, sin tapujos. Los amantes no distan mucho de los sembradores en su campo de cultivo hasta el momento de la distribución de los frutos de su trabajo.
Pero si nos remitimos a las fuerzas de poder y ya no a las relaciones de fuerza. Acaso no vivimos en un determinismo colectivo impuesto por el deseo y la merced de los nuevos sembradores del orden. ¿Son nuestros deseos libres de cualquier fuerza externa? ¿O es que Nuestros deseos ya fueron preconcebidos en un momento anterior a nosotros mismos? La discusión queda en boga de los propagandistas que a sueldo producen material para mantenernos dentro del Kitsch de nuestra vida.
Deja una respuesta