Lo políticamente correcto es una balanza de dos piezas intercambiables según la situación que amerite: lo vulgarmente cosista que es irrisorio en su propia naturaleza prefabricada que desata una mescolanza de emociones encontradas; alegría, deseo, rabia, asco, temor, placer. Por otra parte, se encuentra el placebo que es nada más que un subterfugio para aquellos que aspiran a lo justo y libre como un fin cuando en realidad todo esto podría considerarse como un medio de las egoístas pulsiones de la libre expresión que no queda ya nada mas que coartada mientras que esta comienza a nacer. así mismo, lo justo y libre es un fin o en realidad un medio en su naturaleza intrínseca? Naturaleza intrínseca puesta en duda en nuestras sociedades, fue despojada de la misma debido a las constantes resignificaciones dadas durante cada transformación social.

 

Entonces, lo que queda de común entre ambas aristas de la balanza es la personificación de elementos intangibles dados para convivir armoniosamente, ¡bendita ética y moral! Es personificación en el punto que convergen las emociones, la subjetivación de nuestro entorno que nos sesga de las posibilidades, la posibilidad en boga de lo que podría desencadenarse para sacarnos del ensueño perfeccionista, de nuestro complejo de Dios juez de realidades que nos son ajenas. La divergencia esta presente en todos lados, siempre resguardada, pero con tantas cosas contenidas por ser pronunciadas.