Fenomenología Sartreana
La idea de que: “El ser humano está condenado a ser libre”, tal como la concibió Jean-Paul Sartre, radica principalmente en la premisa existencialista de que el significado de la vida es concebido por quien está inmerso en ella, ya que esta no posee una razón intrínseca per se; es decir que uno modela su propia perspectiva para ser poseedor de una esencia que nos es ajena previamente; y no así empero como proclamaba el idealismo de la época, en que el sentido o significado de la vida es algo que descubrimos.
Pero bien, expondré detalles específicos de La Náusea, que fue publicada en 1938 pero escrita en 1931, obra en la cual se narra la historia de un treintañero, que invadido por el vacío del absurdo; contraste de sus años de viaje que dejaron estelas de éxtasis, emprende extensos soliloquios catárticos en medio de la burguesía circundante.
Contingencia
“Un círculo no es absurdo, es claramente explicable por la rotación de un segmento de una línea recta alrededor de uno de sus extremos. Pero un círculo tampoco existe. Esa raíz, en cambio, existía en la medida en que no podía explicarla. Nudosa, inerte, sin nombre, me fascinaba, llenaba mis ojos, me devolvía repetidamente a su propia existencia.”
Dado por hecho, el significado atribuido a lo que nos rodea no es más que una guía de atajos mentales para definir aquello que por sí mismo no contiene esencia, aquello en lo cual nos podemos ubicar de manera figurativa, aquello en lo cual nos resguardemos para no encontrarnos desvaídos; debido a las vastas posibilidades de combinación de factores que derivaran en diversos resultados, según la lógica que utilicemos. Pero, más allá de esta cuestión retórica, surge el imperativo categórico sobre los procesos mentales inductivos y deductivos que hacemos basados en prerrogativas, más que en la naturaleza propia fuera de nuestro sistema de creencias, es decir que, damos por sentados los diferentes fenómenos como si estos nos fuesen concedidos para su expectación en y por derecho divino, cuando la realidad dista bastante de este axioma. Si partimos desde la inexistencia, el camino hacia la emancipación sobre los propios sesgos puede resultar un tanto menos abrumadora en la búsqueda verdad, nuestra propia verdad; a menos que el eterno goce purgue todos los dolores y nos arrebate de dicha senda, ya que al estar en sopor por la anestesia de la aceptación de condiciones impuestas, se recae en un estado de eterna mendicidad del alma, un alma adolecida por quienes brindan una mano sin más.
Sartre plantea una figura en la que interactúa el treintañero Antoine Roquentin, con el personaje acerca del que escribe una biografía histórica: M. de Rollebon; un aristócrata ingles del siglo XVIII:
“M. de Rollebon era mi socio: él me necesitaba para ser, y yo lo necesitaba para no sentir mi ser. Yo proporcionaba materia bruta que tenia para la reventa, con la cual no sabia que hacer: la existencia, mi existencia. Su figura era representar”.
De esta manera, se puede desentrañar que, ante la constante de su abotargamiento en el cual solo dilucidan momentos que asemejan sensaciones placenteras, cada uno tiende a entregarse a figuras externas que brinden cierto refugio solipsista. Por consiguiente, se recurre a la personificación de aquello que no actúa como agente de reconciliación y amparo intrínsecamente, entonces una vez más quien adquiere este paradigma es victima de sí mismo, de un autosabotaje circular que siempre busca fuera de sí las respuestas, racionalizándolo todo a su paso, con perspectivas rumiantes que se anteceden unas a otras. Pues bien, el resultado no da más que hojas secas como en la bolsa del diablo, tal como Sartre hacía alusión a los recuerdos del personaje dentro de la obra.
Pongamos el ejemplo de las pinturas del museo de Bouville, depende donde nos situemos para observar al personaje histórico en cuestión; sus expresiones, así como los detalles y las técnicas usadas, fueron favorables para consagrarlos con majestuosidad a la posteridad, a pesar de que muy probablemente muchos de estos personajes en vida puede que hayan sido despóticos. La misma figura se puede interpolar con el intermitente y continuo reproche hacia uno mismo que mencionaba anteriormente, algo que se podría enmarcar dentro de la no verdad y la tergiversación, esto debido al cuestionamiento constante sobre si la autenticidad y éxtasis de cada situación vivida estuvo presente en esos momentos de manera externa o en la interpretación de ellos. Ingeniosamente el personaje de Sartre, Antoine Roquentin define la situación de la siguiente manera: Escribiendo una novela que haga merecedor a todo su recorrido por la vida, para ser recordado…a la posteridad.
Básicamente el personaje se definirá a través de su obra, de lo que producirá, siendo este hecho lo que lo mantendría vivo, esta sería su pomesse de bonheur luego de darse cuenta de que:
“Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad”.
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